jueves, 8 de octubre de 2009

" Recuerdo 1 bis", por el Prof. Oscar Fernández

El docente se presenta con tono humilde y agradece y estimula la presencia de sus alumnos. No sólo por ellos mismos que han decidido retomar sus estudios, sino en nombre de todos los habitantes de la Nación, porque siendo ellos mejores, mejoran a su ciudad, a su barrio, a sus compañeros de trabajo, a sus familias. Por tanto, mejoran a su país. Por el proceso que van a vivir, la felicidad cobra mayor peso, se hace más transparente, más valorada, se gusta con mayor profundidad, se saborea con un paladar más especial, tiene otra fragancia. Y las tristezas pierden el dolor continuado y permanente, para ceder ante la reflexión y el optimismo, para rápidamente buscar una recuperación que está en la próxima vez. La convivencia adentro y afuera se pule y se hace más sedosa, más estable, más tolerante. La vida misma cobra una mayor dimensión humana.
En aquella incipiente noche, la primera interrogación que produje cayó inesperada sobre una joven de 30 a 35 años, callada y tímida que escuchaba atentamente. La pregunta fue breve, pero rotunda:
-¿Y usted por qué quiere ser bachiller?
La respuesta demoró un poco pero lenta y tímidamente fue saliendo. La alumna hizo una larga introducción:
-Profesor -dijo- yo estoy casada con un médico y hace un tiempo que me estoy dando cuenta que mi marido, que me quiere, noto que no me lleva como antes a los Congresos científicos, tampoco ahora salimos a las reuniones o a cenar con la familia de otros médicos. Y muchas veces sale solo. Pero no es que no me lleva porque me ha dejado de querer o porque le da vergüenza por mí que no tengo estudio. ¡No! Todo lo contrario, él me quiere. Lo hace para cuidarme, porque no le gustaría que se burlen de mí, por si me preguntan algo que no sé o si cuando hablo puedo provocar algunas sonrisas por mi ignorancia. No, él lo hace para defenderme, para que yo no pase algún mal momento. Lo hace por eso.
Yo esperé unos instantes. En el aula se podía respirar el silencio, denso y duro. Antes que se prolongase más, interrumpí y un tanto asombrado y atónito, le pregunté:
-¿Entonces, dime por qué quieres ser bachiller?
Esta pregunta eximía de toda incomodidad y daba pie para una contestación al menos simple. La alumna respiró rápida y ansiosamente y exclamó con fuerza:
-Yo vine para que me enseñen a hablar y a conocer todos los temas. Una razón que yo ni preví ni pude adivinar, porque no presentaba un motivo concreto y utilitario, por ejemplo: para continuar en la facultad, para lograr un empleo, para obtener un beneficio en el sueldo. Nada de eso, pero descubría una vena más importante, porque con la educación intentaba defender el amor, disminuir sus falencias. Y pensó que la escuela era el auxilio necesario. Creyó en la escuela como cultivadora del lenguaje y como fuente del conocimiento universal de temas.

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