“Las pantallas del presente no ignoran la cultura escrita sino que la transmiten y la multiplican”
La frase pertenece a Roger Chartier y fue pronunciada por el prestigioso historiador francés momentos después de recibir el título de Doctor Honoris Causa de la UNC, el pasado viernes 26 de septiembre. El catedrático visitó Córdoba para participar en el congreso internacional "Textos, autores y bibliotecas" , organizado en conmemoración del 190 aniversario de la Biblioteca Mayor. Chartier también estuvo en la FFyH, donde se reunió con un grupo de investigadores, convocados por Gustavo Sorá, que se especializan en el estudio de la cultura escrita, la circulación internacional de ideas y la historia de las ciencias sociales.
Roger Chartier, especialista en Historia de la Cultura, recibió la máxima distinción de la UNC en una ceremonia académica que se llevó a cabo en el Salón de Grados del rectorado antiguo, el pasado 26 de septiembre. El catedrático arribó a Córdoba para participar en el congreso internacional "Textos, autores y bibliotecas" , organizado en conmemoración del 190 aniversario de la Biblioteca Mayor, donde dictó el curso “Cultura escrita y literatura (siglos XVI-XIX)”. La inspirada presentación de Chartier estuvo a cargo del profesor Aarón Saal, subsecretario de Promoción y Desarrollo de la Investigación Científica y Tecnológica de la UNC, quien recurrió a varios fragmentos de la obra de Borges para referirse al trabajo de Chartier. Por su parte, el especialista francés se mostró profundamente agradecido y admitió que la distinción tenía un sentido muy particular porque provenía de una institución "profundamente habitada por la historia y las sombras de sabios eruditos que transmitieron conocimientos y contribuyeron al desarrollo de formas de pensamientos con las cuales se construyó la modernidad intelectual" . Además, señaló que era “una felicidad especial recibir este Doctorado en el último día de una semana que fue dedicada a los libros, a las bibliotecas y a los lectores”:Asimismo, mencionó la estrecha relación y los vínculos afectivos que mantiene desde hace años con profesores, investigadores y estudiantes de Argentina. "Gracias a los seminarios que dicté, los encuentros y amistades, aprendí a conocer no sólo la originalidad y la riqueza de los trabajos intelectuales que se producen aquí, sino también las heridas y los sufrimientos que dejó una historia, a menudo brutal, cruel, tiránica. No hay presencia más presente que la ausencia de los desaparecidos. Escuchando los recuerdos terribles, leyendo a los escritores que dan sus voces a los mudos, a los muertos, aprendí a entender una Argentina que se volvió una parte de mí mismo".Además de la rectora Carolina Scotto, participaron en la ceremonia, la decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Liliana Aguiar; el vicedecano de esta unidad académica, Carlos Longhini; la secretaria de Asuntos Académicos de la UNC, Hebe Goldenhersch; la directora de la Biblioteca Mayor de la UNC, Rosa Bestani y su vice directora María Ángela Giorgeti, entre otras autoridades universitarias. También concurrieron el subdirector de Patrimonio Cultural de la Municipalidad de Córdoba, Fernando Ferro; el cónsul de Fancia, Pablo Sonzini Astudillo, y representantes de la Alianza Francesa.
¿La muerte del libro?“Estar en la cercanía de los apacibles volúmenes de la colección jesuítica y en compañía de los bibliotecarios, lectores y libros de la Biblioteca Mayor que, desde 1818, está al servicio del público, no puede sino hacernos acordar de nuestras fuertes deudas y relaciones con el pasado de la cultura escrita", afirmó. No obstante, esta proximidad –según Chartier- también nos obliga a reflexionar sobre las nuevas prácticas “como la técnica electrónica de composición, comunicación y apropiación de los textos”. Precisamente, el tema elegido para su conferencia tuvo como punto de partida el interrogante acerca de la posible desaparición del libro, una cuestión que -de acuerdo con el relato de Chartier- hace ya tiempo planteó Umberto Eco en los siguientes términos: “Estoy obsesionado desde hace algunos años por la pregunta planteada en cualquier entrevista o cualquier coloquio en el que estoy invitado: ‘¿qué piensa usted sobre la muerte del libro?’. No aguanto más el interrogante. Pero, como empiezo a tener algunas ideas en cuanto a mi propia muerte, entiendo bien que esta pregunta repetitiva traduce una verdadera y profunda inquietud”. En este sentido, Chartier considera que es necesario otorgar seriedad a la preocupación y no conformarse con una simple observación: nunca en la historia de la humanidad se han producido y vendido tantos libros como en los últimos tiempos. “Las evidencias de las estadísticas no bastan para apaciguar las ansiedades frente a la posible desaparición del libro tal como lo conocemos y, por ende, de las prácticas de lectura y la definición de la literatura que espontáneamente vinculamos con este objeto específico, diferente de todos los otros objetos de la cultura escrita, que es el libro; nuestro libro con sus hojas, sus páginas, sus tapas”, explicó.
¿Qué es un libro?La pregunta ¿qué es un libro?, de apariencia sencilla, es para Chartier aún más fundamental que aquélla que trata de determinar su fecha de desaparición. La respuesta requiere de un recorrido por múltiples definiciones, debates y concepciones acerca del proceso de creación de la obra, los derechos de autor, las variaciones en las características físicas del objeto-libro y sus modos de circulación. “Las respuestas a la pregunta ‘¿qué es un libro?’ en el siglo XVIII, fueron plasmadas en un lenguaje a la vez filosófico, estético y jurídico, que debía fundamentar la propiedad de los autores sobre sus obras y su consecuencia, es decir, los derechos de los editores sobre las ediciones que aseguraban la publicación y circulación de esas obras”, afirma Chartier.Kant, Diderot y Borges fueron algunas de las citas recurrentes del historiador para dar sentido y espesor a su reflexión que también puede profundizarse con otros interrogantes (“más modernos”) como: “¿Qué es un autor? (Foucault)” o “¿Qué es la literatura? (Sartre)”.Sin embargo, Chartier elige detenerse en la respuesta que dio Borges en 1952: “Un libro es más que una estructura verbal, o que una serie de estructuras verbales; es el diálogo que entabla con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que dejan en su memoria. Ese diálogo es infinito; las palabras amica silentia lunae significan ahora la luna íntima, silenciosa y luciente, y en la Eneida significaron el interlunio, la oscuridad que permitió a los griegos entrar en la ciudadela de Troya… La literatura no es agotable, por la suficiente y simple razón de que un solo libro no lo es. El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones. Una literatura difiere de otra ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída. Si me fuera otorgado leer cualquier página actual -ésta, por ejemplo- como la leerán el año dos mil, yo sabría cómo será la literatura el año dos mil”.
La revolución del texto digitalPara Borges, la desaparición del libro era “algo imposible”. Según Chartier, ese diagnóstico expresaba la confianza en la supervivencia del libro frente a los nuevos medios de comunicación: el cine, el disco, la televisión. Sin embargo, hoy no es tan fácil sostener tal certidumbre. “Plantear así la cuestión, -continúa- quizás, no designa adecuadamente la realidad de nuestro presente, caracterizado por una nueva técnica y forma de inscripción, difusión y apropiación de los textos, ya que las pantallas del presente no ignoran la cultura escrita sino que la transmiten y la multiplican”.En este contexto, es importante para el pensador francés explorar algunas características de la lectura del texto electrónico y analizar cómo se transforma la relación de los lectores con lo escrito. “Debe considerarse que la pantalla no es una página sino un espacio de tres dimensiones, que tiene profundidad, y en el que los textos alcanzan la superficie iluminada de la pantalla. Por consiguiente, en el espacio digital es el texto mismo, y no su soporte, el que está plegado. La lectura del texto electrónico debe pensarse, entonces, como un despliegue de los textos o, mejor dicho, una textualidad blanda, móvil e infinita”, aduce y luego concluye: “Los historiadores son los peores profetas del futuro. Lo único que pueden hacer es recordar que en la historia de larga duración de la cultura escrita cada mutación (la aparición del códex, la invención de la imprenta, las revoluciones de la lectura) produjo una coexistencia original entre los antiguos objetos y gestos y las nuevas técnicas y prácticas. Es precisamente una semejante reorganizació n de la cultura escrita la que la revolución digital nos obliga a buscar”.
La frase pertenece a Roger Chartier y fue pronunciada por el prestigioso historiador francés momentos después de recibir el título de Doctor Honoris Causa de la UNC, el pasado viernes 26 de septiembre. El catedrático visitó Córdoba para participar en el congreso internacional "Textos, autores y bibliotecas" , organizado en conmemoración del 190 aniversario de la Biblioteca Mayor. Chartier también estuvo en la FFyH, donde se reunió con un grupo de investigadores, convocados por Gustavo Sorá, que se especializan en el estudio de la cultura escrita, la circulación internacional de ideas y la historia de las ciencias sociales.
Roger Chartier, especialista en Historia de la Cultura, recibió la máxima distinción de la UNC en una ceremonia académica que se llevó a cabo en el Salón de Grados del rectorado antiguo, el pasado 26 de septiembre. El catedrático arribó a Córdoba para participar en el congreso internacional "Textos, autores y bibliotecas" , organizado en conmemoración del 190 aniversario de la Biblioteca Mayor, donde dictó el curso “Cultura escrita y literatura (siglos XVI-XIX)”. La inspirada presentación de Chartier estuvo a cargo del profesor Aarón Saal, subsecretario de Promoción y Desarrollo de la Investigación Científica y Tecnológica de la UNC, quien recurrió a varios fragmentos de la obra de Borges para referirse al trabajo de Chartier. Por su parte, el especialista francés se mostró profundamente agradecido y admitió que la distinción tenía un sentido muy particular porque provenía de una institución "profundamente habitada por la historia y las sombras de sabios eruditos que transmitieron conocimientos y contribuyeron al desarrollo de formas de pensamientos con las cuales se construyó la modernidad intelectual" . Además, señaló que era “una felicidad especial recibir este Doctorado en el último día de una semana que fue dedicada a los libros, a las bibliotecas y a los lectores”:Asimismo, mencionó la estrecha relación y los vínculos afectivos que mantiene desde hace años con profesores, investigadores y estudiantes de Argentina. "Gracias a los seminarios que dicté, los encuentros y amistades, aprendí a conocer no sólo la originalidad y la riqueza de los trabajos intelectuales que se producen aquí, sino también las heridas y los sufrimientos que dejó una historia, a menudo brutal, cruel, tiránica. No hay presencia más presente que la ausencia de los desaparecidos. Escuchando los recuerdos terribles, leyendo a los escritores que dan sus voces a los mudos, a los muertos, aprendí a entender una Argentina que se volvió una parte de mí mismo".Además de la rectora Carolina Scotto, participaron en la ceremonia, la decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Liliana Aguiar; el vicedecano de esta unidad académica, Carlos Longhini; la secretaria de Asuntos Académicos de la UNC, Hebe Goldenhersch; la directora de la Biblioteca Mayor de la UNC, Rosa Bestani y su vice directora María Ángela Giorgeti, entre otras autoridades universitarias. También concurrieron el subdirector de Patrimonio Cultural de la Municipalidad de Córdoba, Fernando Ferro; el cónsul de Fancia, Pablo Sonzini Astudillo, y representantes de la Alianza Francesa.
¿La muerte del libro?“Estar en la cercanía de los apacibles volúmenes de la colección jesuítica y en compañía de los bibliotecarios, lectores y libros de la Biblioteca Mayor que, desde 1818, está al servicio del público, no puede sino hacernos acordar de nuestras fuertes deudas y relaciones con el pasado de la cultura escrita", afirmó. No obstante, esta proximidad –según Chartier- también nos obliga a reflexionar sobre las nuevas prácticas “como la técnica electrónica de composición, comunicación y apropiación de los textos”. Precisamente, el tema elegido para su conferencia tuvo como punto de partida el interrogante acerca de la posible desaparición del libro, una cuestión que -de acuerdo con el relato de Chartier- hace ya tiempo planteó Umberto Eco en los siguientes términos: “Estoy obsesionado desde hace algunos años por la pregunta planteada en cualquier entrevista o cualquier coloquio en el que estoy invitado: ‘¿qué piensa usted sobre la muerte del libro?’. No aguanto más el interrogante. Pero, como empiezo a tener algunas ideas en cuanto a mi propia muerte, entiendo bien que esta pregunta repetitiva traduce una verdadera y profunda inquietud”. En este sentido, Chartier considera que es necesario otorgar seriedad a la preocupación y no conformarse con una simple observación: nunca en la historia de la humanidad se han producido y vendido tantos libros como en los últimos tiempos. “Las evidencias de las estadísticas no bastan para apaciguar las ansiedades frente a la posible desaparición del libro tal como lo conocemos y, por ende, de las prácticas de lectura y la definición de la literatura que espontáneamente vinculamos con este objeto específico, diferente de todos los otros objetos de la cultura escrita, que es el libro; nuestro libro con sus hojas, sus páginas, sus tapas”, explicó.
¿Qué es un libro?La pregunta ¿qué es un libro?, de apariencia sencilla, es para Chartier aún más fundamental que aquélla que trata de determinar su fecha de desaparición. La respuesta requiere de un recorrido por múltiples definiciones, debates y concepciones acerca del proceso de creación de la obra, los derechos de autor, las variaciones en las características físicas del objeto-libro y sus modos de circulación. “Las respuestas a la pregunta ‘¿qué es un libro?’ en el siglo XVIII, fueron plasmadas en un lenguaje a la vez filosófico, estético y jurídico, que debía fundamentar la propiedad de los autores sobre sus obras y su consecuencia, es decir, los derechos de los editores sobre las ediciones que aseguraban la publicación y circulación de esas obras”, afirma Chartier.Kant, Diderot y Borges fueron algunas de las citas recurrentes del historiador para dar sentido y espesor a su reflexión que también puede profundizarse con otros interrogantes (“más modernos”) como: “¿Qué es un autor? (Foucault)” o “¿Qué es la literatura? (Sartre)”.Sin embargo, Chartier elige detenerse en la respuesta que dio Borges en 1952: “Un libro es más que una estructura verbal, o que una serie de estructuras verbales; es el diálogo que entabla con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que dejan en su memoria. Ese diálogo es infinito; las palabras amica silentia lunae significan ahora la luna íntima, silenciosa y luciente, y en la Eneida significaron el interlunio, la oscuridad que permitió a los griegos entrar en la ciudadela de Troya… La literatura no es agotable, por la suficiente y simple razón de que un solo libro no lo es. El libro no es un ente incomunicado: es una relación, es un eje de innumerables relaciones. Una literatura difiere de otra ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída. Si me fuera otorgado leer cualquier página actual -ésta, por ejemplo- como la leerán el año dos mil, yo sabría cómo será la literatura el año dos mil”.
La revolución del texto digitalPara Borges, la desaparición del libro era “algo imposible”. Según Chartier, ese diagnóstico expresaba la confianza en la supervivencia del libro frente a los nuevos medios de comunicación: el cine, el disco, la televisión. Sin embargo, hoy no es tan fácil sostener tal certidumbre. “Plantear así la cuestión, -continúa- quizás, no designa adecuadamente la realidad de nuestro presente, caracterizado por una nueva técnica y forma de inscripción, difusión y apropiación de los textos, ya que las pantallas del presente no ignoran la cultura escrita sino que la transmiten y la multiplican”.En este contexto, es importante para el pensador francés explorar algunas características de la lectura del texto electrónico y analizar cómo se transforma la relación de los lectores con lo escrito. “Debe considerarse que la pantalla no es una página sino un espacio de tres dimensiones, que tiene profundidad, y en el que los textos alcanzan la superficie iluminada de la pantalla. Por consiguiente, en el espacio digital es el texto mismo, y no su soporte, el que está plegado. La lectura del texto electrónico debe pensarse, entonces, como un despliegue de los textos o, mejor dicho, una textualidad blanda, móvil e infinita”, aduce y luego concluye: “Los historiadores son los peores profetas del futuro. Lo único que pueden hacer es recordar que en la historia de larga duración de la cultura escrita cada mutación (la aparición del códex, la invención de la imprenta, las revoluciones de la lectura) produjo una coexistencia original entre los antiguos objetos y gestos y las nuevas técnicas y prácticas. Es precisamente una semejante reorganizació n de la cultura escrita la que la revolución digital nos obliga a buscar”.
Fragmento extraído de la Lista de Abgra
Para leer el texto completo remitirse a http://www.ffyh.unc.edu.ar/alfilo/25/lamuertedellibro.pdf
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