Chequea con este test qué personaje importante del mundo es tu modelo a seguir… no hagas trampa y no veas las respuestas al final ·
Piensa un número del 1 al 9
· Multiplícalo por 3
· Súmale 3
· Vuélvelo a multiplicar por 3 (espero que no vayas por la calculadora eh)
· Obtendrás un resultado de 2 o 3 dígitos, súmalos entre si para que quedes con un solo dígito
¿LISTO?
Ahora revisa en la siguiente lista de personalidades de acuerdo al número que te resultó de estas operaciones y descubre quien es tu modelo a seguir:
1. Albert Einstein
2. Nelson Mandela
3. Juan Pablo II
4. Diego Maradona
5. Teresa de Calcuta
6. Mahatma Ghandhi
7. Brad Pitt
8. Michael Schumacher
9. Julio Paz
10. Ernesto "Che" Guevara
Ya lo sé, tengo ese efecto en la gente... algún día podrás ser como yo, créeme!!
Y deja de probar con diferentes números... soy tu ídolo!!!
sábado, 28 de febrero de 2009
martes, 17 de febrero de 2009
Adolfo Mecca, visitante de este blog, nos recomienda esta canción
Como el primer día
(Alberto Cortez)
Te sigo queriendo como el primer día,
Con esta alegría con que voy viviendo.
Más que en el relevo de las cosas idas
En la expectativas de los logros nuevos.
Como el primer día de un sentir primero,
Como el alfarero de mi fantasía.
Con la algarabía de un tamborilero
Y el gemir austero de una letanía.
Como el primer día te sigo queriendo.
Te sigo queriendo, valga la osadía,
Con la garantía de mis pobre sueños,
Es decir, empeños porque todavía,
Vive el alma mía de seguir creyendo.
Como el primer día, como el primer beso
Y el primer exceso de melancolía.
Como la folía del primer intento,
Como el argumento de una profecía.
Como el primer día te sigo queriendo.
Te sigo queriendo, si no lo diría,
Sé que no podría con mis sentimientos,
Lo que llevo adentro se convertiría
En una jauría de remordimientos.
Como el primer día eres el velero,
La estrella y el viento de mi travesía.
Mi filosofía, mi apasionamiento,
Mi mejor acento, mi soberanía.
Como el primer día te sigo queriendo.
miércoles, 4 de febrero de 2009
Ignacio Javier Olguin nos invita a ver su blog y comparte con nosotros su cuento premiado
Zoología fantástica
Cansado de la interminable repetición producto de la rutina, decidió cambiar el rumbo de su típico paseo dominical. La soledad le propinó el placer de no tener que avisarle nada a nadie, y así pudo aventurarse por calles que no figuraban en el circuito comercial.
Poco dotadas de luz, no así de mugre, contenían otro tipo de belleza, el de no querer venderse, el de ser tal cual como eran, como nacieron. Así, caminó por esas callecitas, esquivando ciertas inmundicias que, por el carácter de inusuales en su vida común, no dejó de observar con grandeza.
Contento de haberse involucrado en este episodio, dando saltitos y largando risas por doquier (total nadie se encontraba en esas calles para juzgarlo) se topó con algo que, no borró por completo su felicidad, pero si la cubrió con incertidumbre, de modo que no asomaba a la luz. Se trataba de un local. En la puerta, un cartel decía: "Zoología fantástica". Se acercó de a poco, sin dar lugar a nuevos esquivos por no sacar la vista de su hermosa vitrina. Animales de los más exóticos reinaban esa pantalla. Perros con dos colas, gatos con el cuello largo como una jirafa, gallinas que ponían huevos de oro, y loros que hablaban latín.
La puerta del local estaba entreabierta, y el cartelito colgado decía ABIERTO, SIEMPRE ABIERTO. Más allá de la intimidación, con su mano derecha empujó con paciencia aquel umbral, y luego de asomar la cabeza, metió su cuerpo entero. Adentro, los animales dominaban. El local era enorme, gigantesco, era una selva. El elefante con jorobas paseaba sin que nada lo estorbara. Ni hablar de los monos con patas de araña, siempre tenían un árbol a su disposición. En el local nada tenía precio, como así nada tenía denominación, y no había quien atendiera.
Se internó un poco más en aquel lugar. Recorrió sus dimensiones. Se sentía familiar allí dentro. Ningún animal lo molestaba como tampoco él molestaba a nadie, salvo por inquietantes y perturbantes miradas producto del desconocimiento.
De pronto, una puerta corrediza se abrió delante de él. Sorprendido, miró para atrás y se dio cuenta de que la puerta por la que había entrado ya no existía. Cuando volvió hacia su frente, un señor lo señalaba, y en un idioma muy parecido al suyo, le oyó decir:
— Quiero a ese. Al mono que habla.
Lo pagaron entre veinte y treinta pesos.
Cansado de la interminable repetición producto de la rutina, decidió cambiar el rumbo de su típico paseo dominical. La soledad le propinó el placer de no tener que avisarle nada a nadie, y así pudo aventurarse por calles que no figuraban en el circuito comercial.
Poco dotadas de luz, no así de mugre, contenían otro tipo de belleza, el de no querer venderse, el de ser tal cual como eran, como nacieron. Así, caminó por esas callecitas, esquivando ciertas inmundicias que, por el carácter de inusuales en su vida común, no dejó de observar con grandeza.
Contento de haberse involucrado en este episodio, dando saltitos y largando risas por doquier (total nadie se encontraba en esas calles para juzgarlo) se topó con algo que, no borró por completo su felicidad, pero si la cubrió con incertidumbre, de modo que no asomaba a la luz. Se trataba de un local. En la puerta, un cartel decía: "Zoología fantástica". Se acercó de a poco, sin dar lugar a nuevos esquivos por no sacar la vista de su hermosa vitrina. Animales de los más exóticos reinaban esa pantalla. Perros con dos colas, gatos con el cuello largo como una jirafa, gallinas que ponían huevos de oro, y loros que hablaban latín.
La puerta del local estaba entreabierta, y el cartelito colgado decía ABIERTO, SIEMPRE ABIERTO. Más allá de la intimidación, con su mano derecha empujó con paciencia aquel umbral, y luego de asomar la cabeza, metió su cuerpo entero. Adentro, los animales dominaban. El local era enorme, gigantesco, era una selva. El elefante con jorobas paseaba sin que nada lo estorbara. Ni hablar de los monos con patas de araña, siempre tenían un árbol a su disposición. En el local nada tenía precio, como así nada tenía denominación, y no había quien atendiera.
Se internó un poco más en aquel lugar. Recorrió sus dimensiones. Se sentía familiar allí dentro. Ningún animal lo molestaba como tampoco él molestaba a nadie, salvo por inquietantes y perturbantes miradas producto del desconocimiento.
De pronto, una puerta corrediza se abrió delante de él. Sorprendido, miró para atrás y se dio cuenta de que la puerta por la que había entrado ya no existía. Cuando volvió hacia su frente, un señor lo señalaba, y en un idioma muy parecido al suyo, le oyó decir:
— Quiero a ese. Al mono que habla.
Lo pagaron entre veinte y treinta pesos.
Autor: Ignacio Javier Olguin
Transmitir el placer de leer y pensar
ENTREVISTA: Paul Holdengräber Director del Programa de Educación Pública de la Biblioteca de Nueva York
"Quiero transmitir el placer de leer y pensar"
IGNACIO VIDAL-FOLCH - Barcelona - 19/03/2007
Paul Holdengräber, de 47 años, licenciado en Filosofía, ex profesor de literatura comparada en Princeton, fundador y ex director del Instituto del Arte y las Culturas en el Museo de Arte de Los Ángeles, es director desde hace dos años y medio del Programa de Educación Pública de la Biblioteca de Nueva York. Holdengräber ha estado en Barcelona, y allí ha contado su empeño por "transmitir placer, fervor intelectual" y "la idea de que pensar y leer es alegría".
El venerable centro de la calle 42 con la Quinta Avenida -un edificio de siete plantas que alberga docenas de millones de libros, recibe cada año 18 millones de usuarios y está abierto todos los días del año, salvo los lunes- es uno de los pilares de la vida cultural neoyorquina y un ágora conocida en todo el país gracias a los debates que Paul Holdengräber celebra en sus salas. Los eventos empiezan a las siete de la tarde, concluyen a las nueve, y a veces se prolongan con una copa hasta las diez de la noche en la trustees room, con capacidad para un centenar de personas.
Holdengräber explicó la pasada semana las líneas maestras de su trabajo, en el marco de un seminario sobre Patrimonio, educación y creación, organizado por la Fundación Caixa de Catalunya, en La Pedrera de Barcelona.
Pregunta. ¿Qué objetivo persigue con esos diálogos y debates?
Respuesta. Intento algo muy difícil: transmitir placer, fervor intelectual, la idea de que pensar y leer es alegría.
P. Los rostros de los lectores generalmente son graves. A san Jerónimo, paradigma del estudioso, se le suele representar como un anciano meditabundo. La idea del conocimiento antiguamente se relacionaba con la melancolía. Y es universal el popular sintagma "rata de biblioteca"...
R. En Platón, el conocimiento es erótico. Se transmite por una relación erótica. En la primera frase de Sur la lecture, Marcel Proust dice: "Quizá no haya un día de nuestra infancia que hayamos vivido con tanta plenitud como aquellos que creemos haber dejado sin vivir, los que hemos pasado con un libro preferido". Borges se imaginaba el paraíso "bajo la forma de una biblioteca". Sin sentido del humor no hay verdadera vida intelectual, ni mucho menos vida social... Yo he estudiado Filosofía en la Sorbona y me he dedicado a la enseñanza universitaria, pero he abandonado la torre de marfil. Me propongo oxigenar la biblioteca. Atraer nuevos lectores. Difundir la idea de que ir allí es interesante, es vital y es cool, guay. A la puerta hay dos leones, que tienen nombre, se llaman Paciencia y Fortaleza. Quiero que los leones de la biblioteca rujan. Mi dinámica es sencilla: reunir a unos cuantos intelectuales de diferentes disciplinas, no porque acaben de publicar un libro, sino porque tienen ideas interesantes que mostrar. Sustraerme a la dinámica comercial de las editoriales. Sorprender. Por ejemplo, estoy muy orgulloso de la sesión de ópera que organizamos en la sala de lecturas, en la que los cantantes cantaban leyes gramaticales de una tediosa pero importante gramática inglesa titulada Los elementos del estilo. Fueron 39 minutos de placer dadaísta. El ruido fue enorme, y el acto, turbador, pero creo que insuflamos nueva vida a ese libro venerable...
P. ¿La biblioteca no tiene que fomentar un trabajo intelectual personal, privado y silencioso?
R. No tan absolutamente privado... El momento en que empezamos a leer un libro es extraordinario, un momento de paz que nos extrae del mundo; pero fíjese en el aspecto físico, en el movimiento de los ojos del lector, y verá que constantemente está regresando al mundo. Su mirada se fija en el texto, luego levanta la vista; lee, levanta la vista... Así que la lectura es una experiencia que puede oscilar entre lo privado y lo público, ser estimulada en la arena pública, para regresar enriquecida a la esfera privada. Yo trabajo para que 500, o 700 personas, a veces más, otras veces menos, compartan algo de qué hablar como en una conversación entre amigos, en un lugar seguro. ¿Y cuántos lugares hay en el mundo en el que se pueden intercambiar ideas?
P. ¿Cuán numeroso es su equipo?
R. En la biblioteca trabajan 200 personas, pero en mi departamento somos cuatro. En estos dos años hemos celebrado 80 eventos. Estamos creando un público totalmente nuevo en estos debates públicos y es espectacular la atención y las ganas de hablar. Paradójicamente, la era de Internet, que tanto aísla a las personas, ha creado un deseo febril, una avidez del público de interactuar con otros. Es precisamente la soledad ante el ordenador lo que crea ese deseo.
P. ¿Cómo organiza el programa?
R. Es fundamental escuchar, ser poroso hacia la realidad. Preguntarte en todo momento cuáles son los debates que deberías organizar. Por ejemplo, el enorme escándalo por las escuchas telefónicas a personas sospechosas de terrorismo después del 11-S nos llevó a orquestar un debate entre el director de la Nacional Security Agency y el principal periodista de The New York Times, James Risen, con algunos expertos legales en los límites entre los derechos privados y las competencias públicas. Como puede usted imaginar, era un tema muy volátil. Y ahora, con esa demanda contra Youtube de un billón de dólares por infringir los copyright, es evidente que en las dos o tres próximas semanas voy a organizar algo sobre el tema; convocaré al presidente de Youtube y a... ya veré a quién... Hice lo mismo a propósito de Google y la digitalización completa de la biblioteca, o sea, sobre cómo se transmite la información.
P. ¿A quién no ha querido invitar?
R. No invito a nadie a quien no quiera conocer. A veces viajo para ver y escuchar a un novelista, o a un filósofo importante, y entonces decido no invitarlo, porque en público no tiene una buena dinámica. Mi experiencia académica me ha hecho muy escéptico hacia La Conferencia. Hablar y escribir son dos cosas diferentes. Si piensa en los grandes escritores del siglo pasado, por ejemplo, en Marcel Proust, no estoy seguro de que estaría bien traerlo ante el público. La palabra viva a menudo no traduce la escritura. La filosofía empezó con Sócrates, que no escribía, pero luego vino la tradición de escribir... Pero hablar en público exige una presencia.
P. ¿Qué clase de presencia?
R. Puede ser de muchas clases. Hay gente con presencia, aunque tengan un carácter tímido o difícil. Por ejemplo, Robert Frank, el gran fotógrafo americano. Que en los últimos 22 años no había hablado en público, pero le invité, y vino, y apenas dijo nada, pero expresó mucho. O el autor de cómics Robert Crumb, que es alérgico a hablar en público, vino, le entrevistó Robert Hughes, el crítico de arte de Time, y fue fantástico, porque Crumb es una persona difícil pero no quieres que esa dificultad desaparezca, sino que forme parte del evento. Otra vez invité al ex presidente Clinton para hablar con John Hope Franklin, el historiador especializado en conflictos raciales. Clinton, que es tan carismático, apenas dijo nada. Lo interesante era cómo escuchaba. En fin, a veces no tiene nada que ver con el sentido del espectáculo, no depende de la fama del escritor o de su personalidad. Pienso en Alberto Manguel, muy conocido en España, bastante conocido en Francia y en Canadá, y casi un perfecto desconocido en Estados Unidos, autor de Una historia de la lectura y de ese libro fantástico titulado La biblioteca de noche. Sólo vinieron 150 personas a escucharle. En una sala pequeña, porque la atmósfera es muy importante, Georges Braque dijo que todo toma la forma en la que lo metes. Y yo paso mucho tiempo asegurándome de que las sillas están colocadas donde deben. Porque es significativo el lugar desde el cual las personas se ven recíprocamente.
P. ¿Qué personalidad le impresionó?
R. El momento más extraordinario en que estuve en el escenario con alguien fue hace un par de semanas con Werner Herzog, el cineasta de Aguirre y Fitzcarraldo. Un tertuliano impredecible. Hablamos durante dos horas, nadie se movió, es hipnotizante, embruja a la audiencia. Como yo sabía que él adoraba a Fred Astaire, antes de la charla proyecté cinco minutos de la película La nueva melodía de Broadway... Bueno, lo primero que dijo Herzog es que Los Ángeles es la única ciudad con sustancia en Estados Unidos. Luego se señaló las canas, dijo que todas y cada una de ellas tiene nombre, y que todas se llaman igual: Kinski. Luego, claro, hablamos de técnica cinematográfica, literatura, las relaciones entre el cine y las caminatas... Fue mágico.
P. ¿Ha fracasado también alguna vez?
R. Sí, a veces algo no ha funcionado como debería. Conmigo en el escenario o sin mí. Yo soy optimista por naturaleza, creo que la vida vale la pena, que las cosas saldrán adelante, que la humanidad tiene futuro, que mi hijo crecerá sano y fuerte y será un hombre intelectualmente cultivado. Pero me interesa mucho también el concepto de fracaso: porque tiene que ver con intentar algo, con haber probado, con aproximarse a algo. La ciencia no progresaría sin la noción de fracaso.
Fuente: Diario El País, 4 de febrero de 2009
Declaración de la IFLA sobre las bibliotecas y la libertad intelectual
La Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias (IFLA) apoya, defiende y promueve la libertad intelectual según lo definido en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
La IFLA declara que los seres humanos tienen el derecho fundamental de tener acceso a las expresiones del conocimiento, del pensamiento creativo y de la actividad intelectual, y de expresar públicamente sus opiniones.
La IFLA cree que el derecho al conocimiento y a la libertad de expresión son dos aspectos del mismo principio. El derecho al conocimiento es un requisito para la libertad de pensamiento y de conciencia; la libertad de acceso a la información es una condición imprescindible para el ejercicio de la libertad de pensamiento y de la libertad de expresión.
La IFLA afirma que el compromiso con la libertad intelectual es una responsabilidad básica de los profesionales de las bibliotecas y de la información.
La IFLA, por lo tanto, invita a las bibliotecas y al personal bibliotecario a adherirse a los principios de la libertad intelectual, al acceso sin restricciones a la información y a la libertad de expresión y a reconocer la privacidad del usuario de la biblioteca.
La IFLA insta a sus miembros a promover la aceptación y la puesta en práctica de estos principios. En esta perspectiva, IFLA afirma que:
- Las bibliotecas proporcionan al acceso a la información, a las ideas y a las obras de creación. Sirven como puertas de acceso al conocimiento, al pensamiento y a la cultura.
- Las bibliotecas proporcionan un apoyo esencial para el aprendizaje a lo largo de toda la vida, para la toma independiente de decisiones y para el desarrollo cultural tanto individual como colectivo.
- Las bibliotecas contribuyen al desarrollo y mantenimiento de la libertad intelectual y ayudan a salvaguardar los valores democráticos básicos y los derechos civiles universales.
- Las bibliotecas tienen la responsabilidad de garantizar y de facilitar el acceso a las expresiones del conocimiento y de la actividad intelectual. Con este fin, las bibliotecas adquirirán, preservarán y harán accesible la más amplia variedad de materiales, reflejando la pluralidad y diversidad de la sociedad.
- Las bibliotecas garantizarán que la selección y la disponibilidad de los materiales y servicios bibliotecarios se rijan por consideraciones profesionales y no por criterios políticos, morales o religiosos.
- Las bibliotecas adquirirán, ordenarán y difundirán los recursos informativos libremente y se opondrán a cualquier forma de censura.
- Las bibliotecas facilitarán materiales y servicios accesibles por igual a todos los usuarios. En ellas no habrá discriminación alguna debido a la raza, religión, sexo, edad o por ninguna otra razón.
- Los usuarios de las bibliotecas tendrán derecho a la privacidad personal y al anonimato. Los bibliotecarios y el resto del personal de la biblioteca no revelarán a terceros la identidad de los usuarios o de los materiales que utilizan.
- Las bibliotecas financiadas con fondos públicos y de acceso público mantendrán los principios de la libertad intelectual.
- Los bibliotecarios y el resto de empleados en tales bibliotecas tienen el deber de mantener esos principios.
- Los bibliotecarios y el otro personal profesional de las bibliotecas serán responsables tanto ante sus patronos como ante los usuarios. En caso de conflicto entre esas responsabilidades, será prioritario el deber hacia el usuario.
La IFLA declara que los seres humanos tienen el derecho fundamental de tener acceso a las expresiones del conocimiento, del pensamiento creativo y de la actividad intelectual, y de expresar públicamente sus opiniones.
La IFLA cree que el derecho al conocimiento y a la libertad de expresión son dos aspectos del mismo principio. El derecho al conocimiento es un requisito para la libertad de pensamiento y de conciencia; la libertad de acceso a la información es una condición imprescindible para el ejercicio de la libertad de pensamiento y de la libertad de expresión.
La IFLA afirma que el compromiso con la libertad intelectual es una responsabilidad básica de los profesionales de las bibliotecas y de la información.
La IFLA, por lo tanto, invita a las bibliotecas y al personal bibliotecario a adherirse a los principios de la libertad intelectual, al acceso sin restricciones a la información y a la libertad de expresión y a reconocer la privacidad del usuario de la biblioteca.
La IFLA insta a sus miembros a promover la aceptación y la puesta en práctica de estos principios. En esta perspectiva, IFLA afirma que:
- Las bibliotecas proporcionan al acceso a la información, a las ideas y a las obras de creación. Sirven como puertas de acceso al conocimiento, al pensamiento y a la cultura.
- Las bibliotecas proporcionan un apoyo esencial para el aprendizaje a lo largo de toda la vida, para la toma independiente de decisiones y para el desarrollo cultural tanto individual como colectivo.
- Las bibliotecas contribuyen al desarrollo y mantenimiento de la libertad intelectual y ayudan a salvaguardar los valores democráticos básicos y los derechos civiles universales.
- Las bibliotecas tienen la responsabilidad de garantizar y de facilitar el acceso a las expresiones del conocimiento y de la actividad intelectual. Con este fin, las bibliotecas adquirirán, preservarán y harán accesible la más amplia variedad de materiales, reflejando la pluralidad y diversidad de la sociedad.
- Las bibliotecas garantizarán que la selección y la disponibilidad de los materiales y servicios bibliotecarios se rijan por consideraciones profesionales y no por criterios políticos, morales o religiosos.
- Las bibliotecas adquirirán, ordenarán y difundirán los recursos informativos libremente y se opondrán a cualquier forma de censura.
- Las bibliotecas facilitarán materiales y servicios accesibles por igual a todos los usuarios. En ellas no habrá discriminación alguna debido a la raza, religión, sexo, edad o por ninguna otra razón.
- Los usuarios de las bibliotecas tendrán derecho a la privacidad personal y al anonimato. Los bibliotecarios y el resto del personal de la biblioteca no revelarán a terceros la identidad de los usuarios o de los materiales que utilizan.
- Las bibliotecas financiadas con fondos públicos y de acceso público mantendrán los principios de la libertad intelectual.
- Los bibliotecarios y el resto de empleados en tales bibliotecas tienen el deber de mantener esos principios.
- Los bibliotecarios y el otro personal profesional de las bibliotecas serán responsables tanto ante sus patronos como ante los usuarios. En caso de conflicto entre esas responsabilidades, será prioritario el deber hacia el usuario.
Esta declaración fue elaborada por IFLA/FAIFE (Commitee on Free Access to Information and Freedom of Espression = Comité de Libre Acceso a la Información y la Libertad de Expresión) y aprobada por su Comité Ejecutivo en La Haya, Holanda, el 25 de marzo de 1999.
Sobre el poder curativo de libros
Publicado por IntaMed - Noticias Médicas
27 ENE 09 Escepticemia, por Gonzalo Casino
Biblioterapia
Sobre el poder curativo de los libros y su prescripción.Jano.es
Leer, como escribir, es una experiencia curativa. Ahora que la idea vigente de salud ya casi se confunde con la de felicidad, podemos proclamar con convencimiento –y con todo el aparto bibliográfico que sea menester– que la lectura promueve tanto la salud como la felicidad. Si la salud es ese estado de completo bienestar físico, mental y social que pregona la OMS, la lectura es sin duda una de las posibles vías para recobrarlo y fomentarlo. Los libros, algunos libros, nos pueden ayudar a sentirnos mejor con nosotros mismos y con el mundo. Cada libro tiene su lector y cada lector tiene, asimismo, un libro que le está esperando en cada momento para darle ánimos, paz, confianza... , en fin, para ayudarle a seguir viviendo. Esa es al menos la teoría, pero con millones de títulos disponibles el problema es saber qué le conviene leer ahora mismo a una persona concreta necesitada del poder curativo de los libros. La respuesta está en la biblioterapia. A partir de las experiencias benéficas de la lectura en pacientes cronicos y heridos de guerra con largas estancias en hospitales, la biblioterapia ha ido tomando cuerpo como una buena ayuda para la recuperación de los enfermos. Si las pastillas de azúcar, la fé y otros placebos tienen efectos terapéuticos, ¿cómo no lo van a tener las palabras bellas y bien organizadas, que se dirigen, como verdaderas balas curativas, al cerebro del lector? Los llamados libros de autoayuda que florecieron tras la II Guerra Mundial han dado lugar a un auténtico género literario que se vende sin ningún disimulo como una vía para la mejora personal, la superación y, en última instancia, el bienestar o la felicidad del lector, tanto da. Muchos libros de autoayuda son, sin embargo, banales en su superficialidad, mediocres literariamente y perfectamente inútiles para su propósito, en contraste con la mejor literartura que, esa sí, puede ser un elixir o un bálsamo para las heridas de la vida. Un auténtico libro terapéutico no es cualquier gavilla de hojas encuadernadas, sino el que recrea una visión del mundo con palabras, hace volar la imaginación, abre la puerta del autoconocimiento y, como decía Vicente Aleixandre, añade una habitación a la casa de la vida. Pero, ¿qué libro le conviene leer a un hombre engañado por su mujer?, ¿a un enfermo de cáncer?, ¿a una recién casada?, ¿a alguien que está en plena crisis de los 40? En el servicio de Bibliotherapy de The School of Life de Londres, uno de tantos que surgen por doquier, se dan algunas recomendaciones para situaciones similares. Una consulta básica con un biblioterapeuta cuesta 38 euros, y hay servicios más caros. La biblioterapia puede ser una medicina blanda, pero no sale gratis como el boca a boca o el boca a oreja. Si uno busca por internet, encontrará que además de biblioterapeutas hay “prescriptores” de libros. La cuestión es si nos podemos fiar de ellos. En cualquier caso, por si había dudas de si el libro puede ser una medicina, el lenguaje de los prescriptores deja bien claro que los libros ya se recetan como medicamentos.
Claudia E. Torre
Lic. en Bibl. y Documentación
Trenque Lauquen - Buenos Aires
Fuente: Lista Abgra, 29 de enero de 2009
martes, 3 de febrero de 2009
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