domingo, 13 de diciembre de 2009

Discurso de despedida por la alumna Stella Maris Núñez

Un día del mes de marzo de hace cuatro años, llegamos a esta casa con nuestros miedos a flor de piel. Pero una fuerza superior guiaba nuestros pasos y no nos permitía retroceder. Cruzamos el patio, la galería y llegamos al aula. Una rara sensación nos invadía, mezcla de ansiedad, inseguridad y vergüenza.
Así pasaron los días, y los miedos fueron quedando atrás para dar paso a las ganas de lograr cumplir el sueño que durante tanto tiempo había sido postergado. Es que en esta querida escuela antes que autoridades, profesores, preceptores, nos encontramos con PERSONAS, por encima de cualquier rótulo, nada más y nada menos que PERSONAS.
Existen personas que nos hacen felices por haberse cruzado simplemente en nuestro camino. De ellos atesoramos recuerdos maravillosos del tiempo compartido.
Sus rasgos personales, sus improntas únicas, los hacen seres incomparables. Tanto a nuestros compañeros como a nuestros profesores.
Cada uno imprime una huella marcada en nuestros afectos, en nuestros sentimientos, en nuestros recuerdos más queridos y más dulces.
La calidez de Susana, la dedicación y paciencia de los profesores, los mimos de Teresita, la dulzura de Mirtha, la contención de Martín. El cariño de todos los integrantes de esta comunidad educativa.
La alegría de nuestros compañeros más jóvenes junto a la mesura de los que ya no lo somos tanto, se complementaron perfectamente y juntos por un mismo objetivo nos hicimos más fuertes para hacer frente y vencer las dificultades que se nos presentaron a lo largo del camino.
Hoy finaliza una etapa. Llegamos a esta institución con el deseo de incorporar conocimientos y lo hemos logrado, pero este proceso ha sido más enriquecedor aún. Confirmando lo que tantas veces nos transmitieron los profesores, debemos decir que nos llevamos un valor agregado, al transitar este proceso en estas aulas, bajo la protección de Don Bosco y con su ejemplo, nos hemos transformado en mejores personas, más tolerantes, más solidarias.
Como los pichones en el nido, nos hemos alimentado, hemos crecido; Es tiempo de volar, pero ahora siendo mejores el vuelo será más armonioso, más sensato y tendrá más posibilidades de éxito gracias a estos años de convivencia áulica.
Cierto es que los vínculos establecidos serán indestructibles. Estarán en nuestra memoria por siempre. Viviremos con sus imágenes más destacadas; para nuestras emociones, muchas serán sustanciosas y perennes y otras, las menos serán tenues y débiles. Sin embargo, ninguna tendrá espacio para el olvido, porque las preservaremos en el corazón y es allí donde permanecerán felizmente nítidas e imborrables. MUCHAS GRACIAS
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